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-- 23:40, 10 March 2011 (UTC)

El Santuario

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El Santuario El relato Bíblico nos cuenta la historia de un Santuario que fue construido por mandato de Dios. Fue ésta una estructura maravillosa, y cada detalle tiene un significado para nosotros en estos días. La manera en que sus servicios predijeron el futuro en el gran plan de Dios para la humanidad es especialmente extraordinaria. Ud. querrá saber el propósito del gran Santuario Celestial, y lo que significa para su vida ahora.

Hay un santurio en el Cielo? Hebreos 8:1-2

1Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, aquel que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo, 
2el que sirve en el santuario, es decir, en el verdadero tabernáculo levantado por el Señor y no por ningún ser humano.

Hebreos 9:23-28 23 Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. 24 Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; 25 y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. 26 De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. 27 Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, 28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.


DIAGRAMA DEL SANTUARIO TERRENAL


	El Altar del Sacrificio

El altar del holocausto, con su sangre derramada, representa la gran verdad evangélica de la expiación del pecado por medio del sacrificio vicario de Cristo (Isa. 53: 4-7, 10; Hech. 20: 28; Efe, 1: 5-7; Heb. 13: 10-12; 1 Ped. 1: 18, 19; Apoc. 5: 9). La misma posición de este altar, junto a la puerta del atrio, indica que la primera necesidad del pecador es que sus pecados sean lavados por la sangre de Cristo (ver Heb. 9: 13, 14; 1 Juan 1: 7; Apoc. 7: 14), y que hasta que se haya hecho eso, no debe ni siquiera adorar a Dios, ni aun entrar en su presencia (Heb. 9: 22). El altar era testigo de la culpa del hombre y de su necesidad de expiación y reconciliación; luego le aseguraba que esto ya se había logrado (Juan 1: 29; Rom.5: 10; 2 Cor. 5: 18, 19; Col.


Los Cuernos Estos sobresalían de las cuatro esquinas superiores del altar. Las palabras "parte del mismo" indican que los cuernos formaban parte del altar y no eran añadidos. El sacerdote debía tocar esos cuernos con el dedo ensangrentado con la sangre del sacrificio por el pecado (Exo. 29: 12; Lev. 8: 15; 9: 9; 16: 18). Algunas veces se ataban a estos cuernos los animales que iban a ser sacrificados (Sal. 118: 27). El criminal en busca de refugio podía asirse de ellos (1 Rey. 1: 50, 51; 2: 28). La palabra qéren, "cuerno", designaba originalmente al cuerno de un animal (Deut. 33: 17). Por cuanto un animal con cuernos generalmente los usa para atacar a otros animales, los cuernos llegaron a ser símbolo de fuerza o poder (1 Sam. 2: 1, 10; Sal. 75: 10; 112: 9; etc.). Con este sentido David se refiere a Dios como "cuerno de mi salud" (2 Sam. 22: 3; Sal. 18: 2; Luc. 1: 69 Val. ant.). La palabra "cuerno" puede también simbolizar la fuerza y el poder del pueblo escogido de Dios (Sal. 148: 14; Eze. 29: 21; etc. Val. ant.). Por esto, el "cuerno" llegó a ser símbolo de poderío nacional y en este sentido es usado con frecuencia por los profetas (Jer. 48: 25 BJ; Dan. 8: 3; 7: 11; Apoc. 12: 3; etc.). Los Calderos Las "paletas" servían para sacar las cenizas del altar y para ponerlas en los "calderos". Los "tazones" eran vasos que recibían la sangre de los sacrificios y desde los cuales se la vertía sobre el altar. Los "garfios" eran una especie de tridente (1 Sam. 2: 13), usados para acomodar los pedazos cortados del sacrificio sobre el altar. Los "braseros" servían para sacar las brasas ardientes del altar.

El Lavacro

Una "pila" (BJ). No se dice nada en cuanto a la forma o al tamaño. Fue heha del bronce de los espejos que las mujeres de Israel dieron como ofrenda voluntaria (cap. 38: 8). En el templo de Salomón, el "mar" y las diez "fuentes" reemplazaron a la fuente original (1 Rey. 7: 23-26, 38).La fuente estaba colocada sobre una "base de bronce" en el atrio del tabernáculo, entre la entrada del tabernáculo y el altar de los holocaustos. La fuente representa el lavamiento de nuestros pecados por la fe en la sangre derramada de Cristo (Hech. 22: 16; 1 Cor. 6: 11; Efe. 5: 26; Apoc. 7: 14).

El lavamiento de las manos y de los pies simbolizaba la reforma de la vida. Las abluciones de los sacerdotes, la muerte de las víctimas de los sacrificios y el asperjar, rociar y verter la sangre en relación con diversas funciones del servicio del santuario, muestran como evidente la necesidad de agua (Exo. 29: 4, 17; Lev. 1-5).

	 La Mesa de los Panes

Dejando el lugar santísimo, Moisés se dedica ahora a la descripción de los muebles del lugar santo. El primer mueble mencionado es la mesa del "pan de la proposición", o "pan de la Presencia" (BJ). Marcos habla de los "panes de la proposición" (Mar. 2: 26), literalmente, "el pan de la presentación", es decir, el pan presentado a Dios, Pablo usa la misma palabra griega en Heb. 9: 2. Esta mesa medía aproximadamente 0,889 m de largo por 0,445m de ancho y 0,667 de alto(ver com. Exo 25: 10). Al entrar en el tabernáculo, esta mesa estaba a la derecha, o sea al norte del lugar santo (cap. 40: 22).

La Cornisa de Oro Se trataba de un borde o moldura alrededor de la mesa para que no se cayera lo que estaba en ella. Josefo menciona que los "cuatro anillos" (vers. 26) estaban insertados en las cuatro patas de la mesa y que por ellos pasaban las "varas" para llevarla (Antigüedades iii. 6. 6). Los Platos En estos platos se colocaban los panes. Las "cucharas" eran las tazas o potes dentro de los cuales se quemaba el incienso, según puede verse en el bajo relieve de la mesa en el arco de Tito, erigido en Roma para conmemorar la toma de Jerusalén en el año 70 DC. Las "cubiertas", literalmente "jarras" o "jarrones", y los "tazones" se usaban para las libaciones que acompañaban a las ofrendas (Lev. 23: 13, 18, 37; etc.) El "pan de la proposición", consistía en 12 panes, renovados cada sábado. Los panes que se sacaban eran considerados sagrados, y los comían los sacerdotes en el "lugar santo" (Lev. 24: 5-9). Estos 12 panes constituían una perpetua ofrenda de parte de las 12 tribus, en señal de gratitud a Dios por las bendiciones recibidas diariamente de su mano. En un sentido más elevado, este pan señalaba a Cristo como pan espiritual. El Candelabro de Oro

Según la representación del candelero en el arco de Tito, y de acuerdo con lo que dice Josefo (Antigüedades iii. 6. 7), el "candelero" tenía una columna central de la cual se desprendían hacia arriba tres pares (vers. 35) de ramales que alcanzaban hasta un mismo nivel. No se dan las dimensiones del candelero, pero estaba hecho de oro macizo. Sus ramales estaban decorados con "copas" en forma de almendras (vers. 33), con "manzanas" o capiteles que, al parecer de algunos eruditos, podrían ser como granadas, y con "flores". Una por una, las lámparas del candelero eran atendidas cada noche al ponerse el sol, y nuevamente a la mañana (Exo, 27: 20, 21; 30: 7, 8; Lev. 24: 3, 4). Nunca quedaban todas apagadas a la vez (PP 359). Al entrar el sacerdote en el lugar santo, el candelero estaba a su izquierda, es decir hacia el sur (Exo. 40: 24).	 

Las Despabiladeras Eran pinzas o instrumentos para despabilar o limpiar las mechas de las lámparas: Los "platillos" eran receptáculos en donde poner las partes de las mechas recortadas y sacadas por las "despabiladeras". Un Talento de oro, con un valor equivalente a un peso de 34,19 kg (75,38 libras). Esta cantidad de oro formarla un cubo de 12,06 cm (4 3/4 pulgadas) de lado, ó 1,754 cm3 (107 pulgadas cúbicas). En cierto sentido, el "candelero" representaba al pueblo de Dios como la luz moral y espiritual del mundo, en forma individual (Mat. 5: 14-16; Fil. 2: 15) y como iglesia (Apoc. 1: 12, 20). Representaba también el poder del Espíritu Santo para alumbrar la iglesia (Zac. 4: 2-6; Apoc. 4: 5). Sin embargo, en el más alto sentido posible, señala a nuestro Señor y Salvador Jesucristo (Juan 9: 5), quien es la luz del mundo (Juan 1: 4; 8: 12; 12: 46), e imparte al alma "toda buena dádiva y todo don perfecto" que desciende del "Padre de las luces" (Sant. 1: 17). El primer candelabro hecho para el tabernáculo era de oro martillado, consistía de una base y un eje principal del que salían otras 6 ramas, y estaba ubicado en el lado sur del primer departamento del tabernáculo (Ex. 25:31-40; 40:24). Las lámparas se alimentaban con aceite puro de oliva y permanecían encendidas toda la noche (Ex. 27:20, 21; Lv. 24:2-4; Josefo dice que 3 de las lámparas quedaban encendidas durante el día). Salomón reemplazó el único candelabro por 10; 5 de cada lado del santuario de su templo (1 R. 7:49; 2 Cr. 4:7). Nabucodonosor los llevó a Babilonia (Jer. 52:19) y aparentemente no fueron devueltos a Jerusalén en tiempos de Ciro, porque el templo de Zorobabel habría contenido sólo un candelabro (que Antíoco IV Epífanes se llevó después de profanar el templo; 1 Mac. 1:20, 21). Judas Macabeo mandó hacer otro (4:49), pero en el templo de Herodes fue reemplazado por uno mucho más grande. Se apoderaron de él los romanos en el 70 d.C. y fue llevado en la procesión triunfal de Tito, como lo muestra el relieve en el Arco del Triunfo (fig 110). El candelabro permaneció en Roma hasta que los vándalos lo transportaron a Cartago en el 455 d.C. Belisario lo llevó a Constantinopla (534 d.C.), y más tarde fue restituido a Jerusalén por el emperador Justimano. Probablemente fue llevado al oriente por los persas, cuando saquearon Jerusalén (614 d.C.). Desde entonces no se sabe nada más de él.

El Altar del Incienso Entre la mayor parte de los pueblos de la antigüedad se acostumbraba ofrecer incienso como parte del culto religioso. En los primeros años del cristianismo, muchos creyentes en el Evangelio fueron muertos por negarse a quemar incienso sobre el altar de los dioses. En las Escrituras, el incienso simboliza las oraciones que ascienden desde el altar del corazón hacia Dios (Salmos. 141: 2; Lucas. 1:10; Apocalipsis. 5: 8; 8: 3, 4). En varios sentidos el altar del incienso se parecía al altar de los holocaustos (Exo. 27: 1-8), aunque era de material más costoso y de menor tamaño. Tenía unos 44,45 cm (17,5 pulgadas) de lado y su alto era aproximadamente de 88,9 cm (35 pulgadas). Sobre sus "cuernos" se debía colocar la sangre de ciertas ofrendas por el pecado (Lev. 4:7, 18). Puesto que los cuernos simbolizaban poder (ver com. cap. 27: 2), en el altar del incienso representan el poder de la oración (Gén. 32: 24-30). En la parábola de la viuda y el juez injusto se hace resaltar el resultado de la oración perseverante (Luc. 18: 3-8).

La Cornisa de Oro Consistía en un borde o moldura de oro (BJ), para hermosear el mueble y también para impedir que se cayera lo que se pusiese sobre el altar (cap. 25: 24). Puesto que el altar era tan pequeño, no hacían falta cuatro anillos para llevarlo, como en los otros muebles, sino solamente dos. Debían estar justamente debajo de la "cornisa" o moldura. La madera de acacia simbolizaba la fuerza, y el oro, la pureza. De este modo la oración debe brotar del altar del corazón, de un corazón leal, honrado y resuelto. El altar del incienso fue ubicado en el lugar santo, junto al "velo" que separaba ese lugar del santísimo (cap. 40: 21-27). Aunque estaba en el lugar santo, se consideraba que pertenecía al lugar santísimo (Heb. 9:3,4). Este concepto surgió del hecho de que cuando los sacerdotes en su ministerio se acercaban a la sagrada Presencia que estaba por encima del propiciatorio, llegaban hasta el altar del incienso (PP 366). Salvo en el día de la expiación, no podían acercarse más que hasta ese punto. Era éste el lugar a donde venían a encontrarse con Dios, cuya morada estaba en el lugar santísimo. El incienso que se ofrecía allí no sólo llenaba el lugar santo sino que se elevaba y pasaba por sobre el "velo" al lugar santísimo (ver com. cap. 26: 32). El hecho de que el altar estuviese "delante del propiciatorio" nos enseña que por medio de la oración podemos entrar en la presencia de Dios. Aunque el "velo" de la humanidad (1 Cor. 13: 12) impide que nuestros ojos físicos vean a Dios, la fe y la oración pueden llegar a donde el cuerpo no puede entrar. La composición del incienso se da en los vers. 34-38. Todas las mañanas, inmediatamente después de la salida del sol, las lámparas eran alistadas y limpiadas por el sacerdote (ver com. cap. 27: 20). El incienso debía ofrecerse en el altar dos veces al día, en la hora de la oración matutina y de la oración vespertina. El altar del incienso representaba la intercesión continua, así como el altar del holocausto representaba la expiación continua (PP 366). Sin embargo, no existe ninguna afirmación clara sobre si se quemaba continuamente incienso sobre este altar o no, aunque hay elementos que parecieran favorecer una respuesta positiva (PP 359). El incienso quemado en forma continua nos enseña que diariamente debemos venir ante el Señor en oración (Sal. 16:8; 55: 17; 1 Tes. 5: 17, 18; pp 367). Debemos orar "sin cesar" (1 Tes. 5: 17). No se podía usar incienso extraño, es decir, cualquier incienso que no había sido preparado según las indicaciones dadas en los vers. 34-38 del cap. 30 de Exodo. Sobre los cuernos del Altar se hacia expiación. Esto se refiere al gran día de la expiación, el 10º día del 7º mes, cuando el sumo sacerdote debía tomar la sangre y ponerla sobre los cuernos del altar del incienso para limpiarlo y santificarlo (Lev. 16: 18, 19). Este acto no lo transformaba en altar de expiación. Sin embargo, tenía que ver con la expiación en el caso de que el sumo sacerdote pecara (Lev. 4: 3-12), o cuando toda la congregación cometiese algún pecado por ignorancia o "hubiese hecho algo contra alguno de los mandamientos de Jehová" (Lev. 4: 13-21). En tales ocasiones el sumo sacerdote ponía con su dedo la sangre del sacrificio en los cuernos del altar. En estos dos casos el altar del incienso ocupaba el lugar del altar del holocausto, en el cual se rociaba la sangre de las ofrendas por pecados individuales (Lev. 4; 22-35). De todos los muebles del santuario, al parecer sólo el arca con su propiciatorio era considerada como de mayor importancia y mayor santidad que el altar del incienso. Esto muestra el gran valor que Dios le asigna a la oración.


El Velo del Templo Para separar el lugar santo del santísimo (Ex. 26:31-35) había un "velo" (heb. pârôketh o pârôketh ha-mâsâh; gr. katapétasma; la que separaba el atrio del lugar santo se denominaba simplemente mâsâk). Era de color azul, púrpura y escarlata (v 31), y con figuras de querubines que representaban a los ángeles que rodean el trono de Dios. Esta cortina del antiguo tabernáculo, y más tarde la del templo, ocultaban la presencia de Dios del sacerdote que ofrecía cada día del año la sangre de los sacrificios y el incienso sobre el altar de oro (Lv. 4:6). Esto era lo más cerca que alguien se podía aproximar a la divina Presencia, salvo en el Día de la Expiación (16:2, 12, 15, 16; cf 21:21-23). Debido a su proximidad con el arca del testimonio, a veces se le daba el nombre de "velo del testimonio" (24:3), o "el velo que está delante del testimonio" (Ex. 27:21). Cuando se la llevaba de un lugar a otro, se envolvía el arca con él (Nm. 4:5). En el momento que Cristo murió, el velo que correspondía a éste en el templo de Herodes se rasgó de arriba abajo (Mt. 27:51; etc.). Como en la LXX el velo que separaba los 2 compartimentos del antiguo santuario (katapétasma) también se aplicaba a la cortina que hacía de puerta del tabernáculo, entonces surgió la expresión "segundo velo" (He. 9:3) para referirse al del interior. En He. 10:20 se habla de la ascensión de nuestro Señor al cielo en semejanza humana como la consagración de un "camino nuevo y vivo... a través del velo, esto es, su carne", por medio del cual podemos acercamos a la Presencia divina "con corazón sincero, en plena certidumbre de fe" (vs 20, 22). La esperanza del cristiano, declara en otro lugar el apóstol, "penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor" (6:19, 20).

El Arca del Pacto

Era una caja adornada que servía de custodia de las tablas de piedra grabadas con los Diez Mandamientos. También se la llamaba "arca del pacto [testimonio]" (heb. 'arôn he-berît; Nm. 14:33; Ex. 40:21; etc.). Ubicada en el lugar santísimo del santuario del antiguo Israel (Ex. 26:34; 30:6), y más tarde en el templo (1 R. 8:6), tenía 2,5 codos de largo, 1,5 codo de ancho y 1,5 codo de alto (Ex. 25:10). Si tomamos el largo del codo egipcio tendría cerca de 1,30 m de largo por 76 cm de ancho y de alto. Estaba construida de madera de acacia y recubierto, por dentro y por fuera, con oro puro (Ex. 25:10-22). Las 2 anillas a cada lado de la parte inferior permitían que fuera trasladada con 2 palos llevados sobreEl Arca del Pacto

Era una caja adornada que servía de custodia de las tablas de piedra grabadas con los Diez Mandamientos. También se la llamaba "arca del pacto [testimonio]" (heb. 'arôn he-berît; Nm. 14:33; Ex. 40:21; etc.). Ubicada en el lugar santísimo del santuario del antiguo Israel (Ex. 26:34; 30:6), y más tarde en el templo (1 R. 8:6), tenía 2,5 codos de largo, 1,5 codo de ancho y 1,5 codo de alto (Ex. 25:10). Si tomamos el largo del codo egipcio tendría cerca de 1,30 m de largo por 76 cm de ancho y de alto. Estaba construida de madera de acacia y recubierto, por dentro y por fuera, con oro puro (Ex. 25:10-22). Las 2 anillas a cada lado de la parte inferior permitían que fuera trasladada con 2 palos llevados sobre los hombros por los levitas de Coat cuando Israel se mudaba de un lugar a otro (Nm. 3:29-31; 4:5-15; Jos. 3:3) y en ciertas ocasiones solemnes (Jos. 8:33; 1 R. 8:2, 3). Sobre la cubierta de oro macizo, llamada propiciatorio,* había 2 querubines de oro (uno en cada extremo) mirando hacia abajo, al lugar donde estaba el Señor cuando hablaba a su pueblo (Nm. 7:89; Ex. 25:22).

El arca era el objeto central de todos los muebles del santuario. A primera vista, contenía sólo las tablas de piedra con los Diez Mandamientos (Ex. 25:21; Dt. 10:3, 5); pero más tarde estuvieron "delante de Jehová", "delante del testimonio" o "al lado del arca" (Ex. 16:33, 34; Nm. 17:10; Dt. 31:24-26) la vara de Aarón que floreció, una vasija con maná y los "libros de la ley". Los primeros 2 elementos se habrían conservado en el arca (He. 9:4), pero aparentemente fueron sacados en un período posterior de la turbulenta historia de Israel, como lo indica el autor de Reyes (1 R. 8:9). Mientras Israel peregrinaba desde el Sinaí hacia la tierra prometida, el arca "fue delante de ellos" (Nm. 10:33). Sus portadores se detuvieron en medio de las aguas divididas del Jordán mientras el pueblo pasaba al otro lado (Jos. 4:9-11). Fue llevada durante 7 días alrededor de Jericó en una marcha que precedió a la caída de la ciudad (6:1-20). Después de la conquista de Canaán, permaneció en el tabernáculo en Silo (18:1), aparentemente hasta que fue capturada en tiempos de Elí. Con la esperanza de que la presencia del arca diera vuelta el resultado de la guerra contra los filisteos, los hijos de Elí, sin interesarse por las condiciones bajo las cuales Dios opera en relación con los hombres, la llevaron a la batalla, donde fue tomada por el enemigo (1 S. 4:1-11). Devuelta al territorio hebreo (5:1-6:15) residió sucesivamente en Bet-semes (6:15-21), Quiriat-jearim (7:1, 2) y en la casa de Obed-edom, en Perez-uza (2 S. 6:1-11; 1 Cr. 13:5-14). Finalmente, David la llevó a Jerusalén (2 S. 6:12-17; 1 Cr. 15:25-16:1), donde se la ubicó "en medio de una tienda que David le había levantado" (2 S. 6:17; 7:1, 2; 1Cr. 16:1, 4-6). Más tarde fue puesta en el lugar santísimo del templo de Salomón (1 R. 8:1-9), donde permaneció hasta que Nabucodonosor destruyó la ciudad. Las Escrituras guardan silencio con respecto a su suerte en ese tiempo o su historia posterior. El Propiciatorio Era la tapa o cubierta del arca del pacto, dentro del cual estaban depositadas las tablas de la ley (Ex. 25:17; Dt. 10:2). De este modo la ley y el evangelio -la justicia y la misericordia 954 divinas- estaban íntimamente asociadas en el antiguo servicio del santuario. Por supuesto, el propiciatorio era la tapa o cubierta literal del arca, pero el kappôreth implicaba mucho más, así como el uso frecuente de la forma verbal relacionada, kâfar ("cubrir"), significaba "hacer expiación" o "hacer reconciliación" en su significación más amplia (el apoyo para el significado de "cubierta" proviene de la Cueva 4 de Qumrán, gracias a la lectura, en una traducción aramea de Levítico, de kappôreth como ksy', "cubierta"). Por sobre el propiciatorio aparecía la gloria, llamada en el hebreo postbíblico la Shekînâh,* la señal visible de la presencia de Dios entre su pueblo (He. 8:5). El propiciatorio y las tablas de la ley dentro del arca representaban los principios fundamentales del trato de Dios con su pueblo: justicia atemperada con misericordia. Una vez al año, en el gran Día de la Expiación, el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo con la sangre del sacrificio, la cual asperjaba delante del propiciatorio con la esperanza de que Dios aceptara la sangre vicaria de la reconciliación como evidencia de la confesión de sus pecados y obtener para ellos la misericordia. El vocablo así traducido se deriva de una raíz que significa "cubrir", es decir, "perdonar" el pecado. Representaba la misericordia divina. En forma significativa, el propiciatorio estaba hecho de oro puro, lo que implicaba que la misericordia es el más precioso de los atributos divinos. Estaba ubicado por encima de la ley, así como la misericordia sobrepuja a la injusticia (Sal. 85: 10; 89: 14). Eran necesarios tanto el arca como su justicia como el propiciatorio con su misericordia para revelar plenamente la manera como Dios procede con los hombres. La misericordia sin la justicia es sentimentalismo débil, que subvierte todo orden moral. Por otra parte, la injusticia sin la misericordia es severidad moral, impecable en la teoría, pero repugnante a Dios y a los hombres.

El arca y el propiciatorio eran el corazón mismo del santuario. Por encima del propiciatorio reposaba la Shekinah, el símbolo de la presencia divina. Las tablas de la ley dentro del arca testificaban que el reino de Dios está fundado sobre las normas inmutables de la justicia (Sal. 97: 2), la cual debe ser respetada aun por la gracia divina. La gracia no puede concederse de manera que invalide la ley (Rom. 3: 31). Cuando se perdona el pecado, deben también satisfacerse las exigencias de la ley en contra del pecador. El propósito mismo del Evangelio es conseguir para el pecador el perdón de sus pecados por la fe en un medio que no "invalida" la ley, sino que la "establece". Si bien las tablas dentro del arca testificaban en contra del pueblo, el propiciatorio mostraba un camino por el cual podían satisfacerse las exigencias de la ley y el pecador podría ser salvo de la muerte, el castigo decretado por la ley. Basándose solamente en la ley, Dios y el hombre no pueden volver a unirse, puesto que el pecado nos separa de él (Isa. 59: 1, 2). Debe intervenir el propiciatorio rociado de sangre pues sólo podemos acercarnos a Dios gracias a la mediación de Cristo en nuestro favor (Heb. 7: 25). Los querubines estaban unidos al propiciatorio, uno en cada extremo (ver com. Gén. 3: 24). Un ala de cada querubín estaba extendida hacia lo alto, y la otra estaba doblada sobre su cuerpo (Eze. 1: 11), en señal de reverencia y humildad. La posición de los querubines, con el rostro vuelto hacia el centro y hacia abajo, representaba la reverencia que las huestes celestiales demuestran por la ley de Dios y su interés en el plan de redención.

los hombros por los levitas de Coat cuando Israel se mudaba de un lugar a otro (Nm. 3:29-31; 4:5-15; Jos. 3:3) y en ciertas ocasiones solemnes (Jos. 8:33; 1 R. 8:2, 3). Sobre la cubierta de oro macizo, llamada propiciatorio,* había 2 querubines de oro (uno en cada extremo) mirando hacia abajo, al lugar donde estaba el Señor cuando hablaba a su pueblo (Nm. 7:89; Ex. 25:22).

El arca era el objeto central de todos los muebles del santuario. A primera vista, contenía sólo las tablas de piedra con los Diez Mandamientos (Ex. 25:21; Dt. 10:3, 5); pero más tarde estuvieron "delante de Jehová", "delante del testimonio" o "al lado del arca" (Ex. 16:33, 34; Nm. 17:10; Dt. 31:24-26) la vara de Aarón que floreció, una vasija con maná y los "libros de la ley". Los primeros 2 elementos se habrían conservado en el arca (He. 9:4), pero aparentemente fueron sacados en un período posterior de la turbulenta historia de Israel, como lo indica el autor de Reyes (1 R. 8:9). Mientras Israel peregrinaba desde el Sinaí hacia la tierra prometida, el arca "fue delante de ellos" (Nm. 10:33). Sus portadores se detuvieron en medio de las aguas divididas del Jordán mientras el pueblo pasaba al otro lado (Jos. 4:9-11). Fue llevada durante 7 días alrededor de Jericó en una marcha que precedió a la caída de la ciudad (6:1-20). Después de la conquista de Canaán, permaneció en el tabernáculo en Silo (18:1), aparentemente hasta que fue capturada en tiempos de Elí. Con la esperanza de que la presencia del arca diera vuelta el resultado de la guerra contra los filisteos, los hijos de Elí, sin interesarse por las condiciones bajo las cuales Dios opera en relación con los hombres, la llevaron a la batalla, donde fue tomada por el enemigo (1 S. 4:1-11). Devuelta al territorio hebreo (5:1-6:15) residió sucesivamente en Bet-semes (6:15-21), Quiriat-jearim (7:1, 2) y en la casa de Obed-edom, en Perez-uza (2 S. 6:1-11; 1 Cr. 13:5-14). Finalmente, David la llevó a Jerusalén (2 S. 6:12-17; 1 Cr. 15:25-16:1), donde se la ubicó "en medio de una tienda que David le había levantado" (2 S. 6:17; 7:1, 2; 1Cr. 16:1, 4-6). Más tarde fue puesta en el lugar santísimo del templo de Salomón (1 R. 8:1-9), donde permaneció hasta que Nabucodonosor destruyó la ciudad. Las Escrituras guardan silencio con respecto a su suerte en ese tiempo o su historia posterior. El Propiciatorio Era la tapa o cubierta del arca del pacto, dentro del cual estaban depositadas las tablas de la ley (Ex. 25:17; Dt. 10:2). De este modo la ley y el evangelio -la justicia y la misericordia 954 divinas- estaban íntimamente asociadas en el antiguo servicio del santuario. Por supuesto, el propiciatorio era la tapa o cubierta literal del arca, pero el kappôreth implicaba mucho más, así como el uso frecuente de la forma verbal relacionada, kâfar ("cubrir"), significaba "hacer expiación" o "hacer reconciliación" en su significación más amplia (el apoyo para el significado de "cubierta" proviene de la Cueva 4 de Qumrán, gracias a la lectura, en una traducción aramea de Levítico, de kappôreth como ksy', "cubierta"). Por sobre el propiciatorio aparecía la gloria, llamada en el hebreo postbíblico la Shekînâh,* la señal visible de la presencia de Dios entre su pueblo (He. 8:5). El propiciatorio y las tablas de la ley dentro del arca representaban los principios fundamentales del trato de Dios con su pueblo: justicia atemperada con misericordia. Una vez al año, en el gran Día de la Expiación, el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo con la sangre del sacrificio, la cual asperjaba delante del propiciatorio con la esperanza de que Dios aceptara la sangre vicaria de la reconciliación como evidencia de la confesión de sus pecados y obtener para ellos la misericordia. El vocablo así traducido se deriva de una raíz que significa "cubrir", es decir, "perdonar" el pecado. Representaba la misericordia divina. En forma significativa, el propiciatorio estaba hecho de oro puro, lo que implicaba que la misericordia es el más precioso de los atributos divinos. Estaba ubicado por encima de la ley, así como la misericordia sobrepuja a la injusticia (Sal. 85: 10; 89: 14). Eran necesarios tanto el arca como su justicia como el propiciatorio con su misericordia para revelar plenamente la manera como Dios procede con los hombres. La misericordia sin la justicia es sentimentalismo débil, que subvierte todo orden moral. Por otra parte, la injusticia sin la misericordia es severidad moral, impecable en la teoría, pero repugnante a Dios y a los hombres.

El arca y el propiciatorio eran el corazón mismo del santuario. Por encima del propiciatorio reposaba la Shekinah, el símbolo de la presencia divina. Las tablas de la ley dentro del arca testificaban que el reino de Dios está fundado sobre las normas inmutables de la justicia (Sal. 97: 2), la cual debe ser respetada aun por la gracia divina. La gracia no puede concederse de manera que invalide la ley (Rom. 3: 31). Cuando se perdona el pecado, deben también satisfacerse las exigencias de la ley en contra del pecador. El propósito mismo del Evangelio es conseguir para el pecador el perdón de sus pecados por la fe en un medio que no "invalida" la ley, sino que la "establece". Si bien las tablas dentro del arca testificaban en contra del pueblo, el propiciatorio mostraba un camino por el cual podían satisfacerse las exigencias de la ley y el pecador podría ser salvo de la muerte, el castigo decretado por la ley. Basándose solamente en la ley, Dios y el hombre no pueden volver a unirse, puesto que el pecado nos separa de él (Isa. 59: 1, 2). Debe intervenir el propiciatorio rociado de sangre pues sólo podemos acercarnos a Dios gracias a la mediación de Cristo en nuestro favor (Heb. 7: 25). Los querubines estaban unidos al propiciatorio, uno en cada extremo (ver com. Gén. 3: 24). Un ala de cada querubín estaba extendida hacia lo alto, y la otra estaba doblada sobre su cuerpo (Eze. 1: 11), en señal de reverencia y humildad. La posición de los querubines, con el rostro vuelto hacia el centro y hacia abajo, representaba la reverencia que las huestes celestiales demuestran por la ley de Dios y su interés en el plan de redención.

Día de Expiación El 10º día del mes 7o (Etanim* o Tishri), el más solemne del año. En ese día todo miembro del pueblo de Israel no sólo debía abstenerse del trabajo, sino también afligir su alma (Lv. 23:27-32). Esto probablemente incluía el ayuno, ya que en tiempos del NT es evidente que se habla de este día como el del "ayuno" (Hch. 27:9). En él todos los pecados del año precedente eran finalmente eliminados en la ceremonia de la purificación del santuario (Lv. 16). Cuantos en ese día no afligían su alma eran cortados de Israel (23:29). El Día de la Expiación era para los judíos un día de juicio. Como lo describe su tradición posterior, todos eran juzgados el día de Año Nuevo, pero los que no eran notablemente buenos o desesperadamente malos tenían 9 días de gracia, hasta el Día de la Expiación, antes de que su suerte se sellara definitivamente (Talmud, Rosh Hashanah 16a).

Otro acontecimiento importante relacionado con el Día de la Expiación era el sonar de las trompetas para anunciar el 50o año del ciclo de años sabáticos, el año del jubileo (Lv. 25:9, 10). Presumiblemente, entonces, en ese momento también comenzaban los años sabáticos que corrían en la misma serie con el año del jubileo. Los cultos y las ceremonias del Día de la Expiación representaban la purificación del pecado y la reconciliación con Dios (16:16, 33, 34). Las ceremonias comenzaban con el baño del sumo sacerdote que sDía de Expiación

El 10º día del mes 7o (Etanim* o Tishri), el más solemne del año. En ese día todo miembro del pueblo de Israel no sólo debía abstenerse del trabajo, sino también afligir su alma (Lv. 23:27-32). Esto probablemente incluía el ayuno, ya que en tiempos del NT es evidente que se habla de este día como el del "ayuno" (Hch. 27:9). En él todos los pecados del año precedente eran finalmente eliminados en la ceremonia de la purificación del santuario (Lv. 16). Cuantos en ese día no afligían su alma eran cortados de Israel (23:29). El Día de la Expiación era para los judíos un día de juicio. Como lo describe su tradición posterior, todos eran juzgados el día de Año Nuevo, pero los que no eran notablemente buenos o desesperadamente malos tenían 9 días de gracia, hasta el Día de la Expiación, antes de que su suerte se sellara definitivamente (Talmud, Rosh Hashanah 16a).

Otro acontecimiento importante relacionado con el Día de la Expiación era el sonar de las trompetas para anunciar el 50o año del ciclo de años sabáticos, el año del jubileo (Lv. 25:9, 10). Presumiblemente, entonces, en ese momento también comenzaban los años sabáticos que corrían en la misma serie con el año del jubileo. Los cultos y las ceremonias del Día de la Expiación representaban la purificación del pecado y la reconciliación con Dios (16:16, 33, 34). Las ceremonias comenzaban con el baño del sumo sacerdote que se vestía ropas de lino fino (v 4) y ofrecía un becerro por sí mismo y por su casa como ofrecida por el pecado (v 6). Luego de esta preparación personal se sacrificaba un macho cabrío designado "por Jehová", previamente elegido por suertes de entre 2 obtenidos para las ceremonias (vs 5, 7, 8, 9). Después, en medio de nubes de incienso, que ascendían del altar que estaba delante del 2o velo (vs 12, 13), el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo y esparcía sangre (primero del becerro y luego del macho cabrío) sobre el propiciatorio (v 15) que cubría el arca (que en su interior tenía, entre otras cosas, las tablas del Decálogo; He. 9:4). De este modo, se limpiaba el lugar sagrado y se hacía expiación por los pecados del pueblo (Lv. 16:16). En forma semejante se purificaba el altar (vs. 18, 19). Más tarde, pero no hasta haber reconciliado el lugar santo, el altar y la congregación (v 20), las transgresiones se transferían ritualmente al macho cabrío designado "por Azazel"* (v 10), que luego era conducido al desierto (vs 20-22).

El sumo sacerdote simbolizaba a Jesús, el Sumo Sacerdote del santuario celestial (He. 8:1); el sacerdote terrenal realizaba su servicio "como figura y sombra de las cosas celestiales" (v 5). El autor de Hebreos explica que, con eso de que el sumo sacerdote entraba sólo una vez al año en el 2o departamento del santuario, el Espíritu Santo daba a entender "que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie" (He. 9:8)

El Santuario

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El Santuario

El relato Bíblico nos cuenta la historia de un Santuario que fue construido por mandato de Dios. Fue ésta una estructura maravillosa, y cada detalle tiene un significado para nosotros en estos días. La manera en que sus servicios predijeron el futuro en el gran plan de Dios para la humanidad es especialmente extraordinaria. Ud. querrá saber el propósito del gran Santuario Celestial, y lo que significa para su vida ahora.

Hay un santurio en el Cielo? Hebreos 8:1-2

1Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, aquel que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo, 
2el que sirve en el santuario, es decir, en el verdadero tabernáculo levantado por el Señor y no por ningún ser humano.

Hebreos 9:23-28 23 Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. 24 Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; 25 y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. 26 De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. 27 Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, 28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.


DIAGRAMA DEL SANTUARIO TERRENAL


	El Altar del Sacrificio

El altar del holocausto, con su sangre derramada, representa la gran verdad evangélica de la expiación del pecado por medio del sacrificio vicario de Cristo (Isa. 53: 4-7, 10; Hech. 20: 28; Efe, 1: 5-7; Heb. 13: 10-12; 1 Ped. 1: 18, 19; Apoc. 5: 9). La misma posición de este altar, junto a la puerta del atrio, indica que la primera necesidad del pecador es que sus pecados sean lavados por la sangre de Cristo (ver Heb. 9: 13, 14; 1 Juan 1: 7; Apoc. 7: 14), y que hasta que se haya hecho eso, no debe ni siquiera adorar a Dios, ni aun entrar en su presencia (Heb. 9: 22). El altar era testigo de la culpa del hombre y de su necesidad de expiación y reconciliación; luego le aseguraba que esto ya se había logrado (Juan 1: 29; Rom.5: 10; 2 Cor. 5: 18, 19; Col.


Los Cuernos Estos sobresalían de las cuatro esquinas superiores del altar. Las palabras "parte del mismo" indican que los cuernos formaban parte del altar y no eran añadidos. El sacerdote debía tocar esos cuernos con el dedo ensangrentado con la sangre del sacrificio por el pecado (Exo. 29: 12; Lev. 8: 15; 9: 9; 16: 18). Algunas veces se ataban a estos cuernos los animales que iban a ser sacrificados (Sal. 118: 27). El criminal en busca de refugio podía asirse de ellos (1 Rey. 1: 50, 51; 2: 28). La palabra qéren, "cuerno", designaba originalmente al cuerno de un animal (Deut. 33: 17). Por cuanto un animal con cuernos generalmente los usa para atacar a otros animales, los cuernos llegaron a ser símbolo de fuerza o poder (1 Sam. 2: 1, 10; Sal. 75: 10; 112: 9; etc.). Con este sentido David se refiere a Dios como "cuerno de mi salud" (2 Sam. 22: 3; Sal. 18: 2; Luc. 1: 69 Val. ant.). La palabra "cuerno" puede también simbolizar la fuerza y el poder del pueblo escogido de Dios (Sal. 148: 14; Eze. 29: 21; etc. Val. ant.). Por esto, el "cuerno" llegó a ser símbolo de poderío nacional y en este sentido es usado con frecuencia por los profetas (Jer. 48: 25 BJ; Dan. 8: 3; 7: 11; Apoc. 12: 3; etc.). Los Calderos Las "paletas" servían para sacar las cenizas del altar y para ponerlas en los "calderos". Los "tazones" eran vasos que recibían la sangre de los sacrificios y desde los cuales se la vertía sobre el altar. Los "garfios" eran una especie de tridente (1 Sam. 2: 13), usados para acomodar los pedazos cortados del sacrificio sobre el altar. Los "braseros" servían para sacar las brasas ardientes del altar.

El Lavacro

Una "pila" (BJ). No se dice nada en cuanto a la forma o al tamaño. Fue heha del bronce de los espejos que las mujeres de Israel dieron como ofrenda voluntaria (cap. 38: 8). En el templo de Salomón, el "mar" y las diez "fuentes" reemplazaron a la fuente original (1 Rey. 7: 23-26, 38).La fuente estaba colocada sobre una "base de bronce" en el atrio del tabernáculo, entre la entrada del tabernáculo y el altar de los holocaustos. La fuente representa el lavamiento de nuestros pecados por la fe en la sangre derramada de Cristo (Hech. 22: 16; 1 Cor. 6: 11; Efe. 5: 26; Apoc. 7: 14).

El lavamiento de las manos y de los pies simbolizaba la reforma de la vida. Las abluciones de los sacerdotes, la muerte de las víctimas de los sacrificios y el asperjar, rociar y verter la sangre en relación con diversas funciones del servicio del santuario, muestran como evidente la necesidad de agua (Exo. 29: 4, 17; Lev. 1-5).

	 La Mesa de los Panes

Dejando el lugar santísimo, Moisés se dedica ahora a la descripción de los muebles del lugar santo. El primer mueble mencionado es la mesa del "pan de la proposición", o "pan de la Presencia" (BJ). Marcos habla de los "panes de la proposición" (Mar. 2: 26), literalmente, "el pan de la presentación", es decir, el pan presentado a Dios, Pablo usa la misma palabra griega en Heb. 9: 2. Esta mesa medía aproximadamente 0,889 m de largo por 0,445m de ancho y 0,667 de alto(ver com. Exo 25: 10). Al entrar en el tabernáculo, esta mesa estaba a la derecha, o sea al norte del lugar santo (cap. 40: 22).

La Cornisa de Oro Se trataba de un borde o moldura alrededor de la mesa para que no se cayera lo que estaba en ella. Josefo menciona que los "cuatro anillos" (vers. 26) estaban insertados en las cuatro patas de la mesa y que por ellos pasaban las "varas" para llevarla (Antigüedades iii. 6. 6). Los Platos En estos platos se colocaban los panes. Las "cucharas" eran las tazas o potes dentro de los cuales se quemaba el incienso, según puede verse en el bajo relieve de la mesa en el arco de Tito, erigido en Roma para conmemorar la toma de Jerusalén en el año 70 DC. Las "cubiertas", literalmente "jarras" o "jarrones", y los "tazones" se usaban para las libaciones que acompañaban a las ofrendas (Lev. 23: 13, 18, 37; etc.) El "pan de la proposición", consistía en 12 panes, renovados cada sábado. Los panes que se sacaban eran considerados sagrados, y los comían los sacerdotes en el "lugar santo" (Lev. 24: 5-9). Estos 12 panes constituían una perpetua ofrenda de parte de las 12 tribus, en señal de gratitud a Dios por las bendiciones recibidas diariamente de su mano. En un sentido más elevado, este pan señalaba a Cristo como pan espiritual. El Candelabro de Oro

Según la representación del candelero en el arco de Tito, y de acuerdo con lo que dice Josefo (Antigüedades iii. 6. 7), el "candelero" tenía una columna central de la cual se desprendían hacia arriba tres pares (vers. 35) de ramales que alcanzaban hasta un mismo nivel. No se dan las dimensiones del candelero, pero estaba hecho de oro macizo. Sus ramales estaban decorados con "copas" en forma de almendras (vers. 33), con "manzanas" o capiteles que, al parecer de algunos eruditos, podrían ser como granadas, y con "flores". Una por una, las lámparas del candelero eran atendidas cada noche al ponerse el sol, y nuevamente a la mañana (Exo, 27: 20, 21; 30: 7, 8; Lev. 24: 3, 4). Nunca quedaban todas apagadas a la vez (PP 359). Al entrar el sacerdote en el lugar santo, el candelero estaba a su izquierda, es decir hacia el sur (Exo. 40: 24).	 

Las Despabiladeras Eran pinzas o instrumentos para despabilar o limpiar las mechas de las lámparas: Los "platillos" eran receptáculos en donde poner las partes de las mechas recortadas y sacadas por las "despabiladeras". Un Talento de oro, con un valor equivalente a un peso de 34,19 kg (75,38 libras). Esta cantidad de oro formarla un cubo de 12,06 cm (4 3/4 pulgadas) de lado, ó 1,754 cm3 (107 pulgadas cúbicas). En cierto sentido, el "candelero" representaba al pueblo de Dios como la luz moral y espiritual del mundo, en forma individual (Mat. 5: 14-16; Fil. 2: 15) y como iglesia (Apoc. 1: 12, 20). Representaba también el poder del Espíritu Santo para alumbrar la iglesia (Zac. 4: 2-6; Apoc. 4: 5). Sin embargo, en el más alto sentido posible, señala a nuestro Señor y Salvador Jesucristo (Juan 9: 5), quien es la luz del mundo (Juan 1: 4; 8: 12; 12: 46), e imparte al alma "toda buena dádiva y todo don perfecto" que desciende del "Padre de las luces" (Sant. 1: 17). El primer candelabro hecho para el tabernáculo era de oro martillado, consistía de una base y un eje principal del que salían otras 6 ramas, y estaba ubicado en el lado sur del primer departamento del tabernáculo (Ex. 25:31-40; 40:24). Las lámparas se alimentaban con aceite puro de oliva y permanecían encendidas toda la noche (Ex. 27:20, 21; Lv. 24:2-4; Josefo dice que 3 de las lámparas quedaban encendidas durante el día). Salomón reemplazó el único candelabro por 10; 5 de cada lado del santuario de su templo (1 R. 7:49; 2 Cr. 4:7). Nabucodonosor los llevó a Babilonia (Jer. 52:19) y aparentemente no fueron devueltos a Jerusalén en tiempos de Ciro, porque el templo de Zorobabel habría contenido sólo un candelabro (que Antíoco IV Epífanes se llevó después de profanar el templo; 1 Mac. 1:20, 21). Judas Macabeo mandó hacer otro (4:49), pero en el templo de Herodes fue reemplazado por uno mucho más grande. Se apoderaron de él los romanos en el 70 d.C. y fue llevado en la procesión triunfal de Tito, como lo muestra el relieve en el Arco del Triunfo (fig 110). El candelabro permaneció en Roma hasta que los vándalos lo transportaron a Cartago en el 455 d.C. Belisario lo llevó a Constantinopla (534 d.C.), y más tarde fue restituido a Jerusalén por el emperador Justimano. Probablemente fue llevado al oriente por los persas, cuando saquearon Jerusalén (614 d.C.). Desde entonces no se sabe nada más de él.

El Altar del Incienso Entre la mayor parte de los pueblos de la antigüedad se acostumbraba ofrecer incienso como parte del culto religioso. En los primeros años del cristianismo, muchos creyentes en el Evangelio fueron muertos por negarse a quemar incienso sobre el altar de los dioses. En las Escrituras, el incienso simboliza las oraciones que ascienden desde el altar del corazón hacia Dios (Salmos. 141: 2; Lucas. 1:10; Apocalipsis. 5: 8; 8: 3, 4). En varios sentidos el altar del incienso se parecía al altar de los holocaustos (Exo. 27: 1-8), aunque era de material más costoso y de menor tamaño. Tenía unos 44,45 cm (17,5 pulgadas) de lado y su alto era aproximadamente de 88,9 cm (35 pulgadas). Sobre sus "cuernos" se debía colocar la sangre de ciertas ofrendas por el pecado (Lev. 4:7, 18). Puesto que los cuernos simbolizaban poder (ver com. cap. 27: 2), en el altar del incienso representan el poder de la oración (Gén. 32: 24-30). En la parábola de la viuda y el juez injusto se hace resaltar el resultado de la oración perseverante (Luc. 18: 3-8).

La Cornisa de Oro Consistía en un borde o moldura de oro (BJ), para hermosear el mueble y también para impedir que se cayera lo que se pusiese sobre el altar (cap. 25: 24). Puesto que el altar era tan pequeño, no hacían falta cuatro anillos para llevarlo, como en los otros muebles, sino solamente dos. Debían estar justamente debajo de la "cornisa" o moldura. La madera de acacia simbolizaba la fuerza, y el oro, la pureza. De este modo la oración debe brotar del altar del corazón, de un corazón leal, honrado y resuelto. El altar del incienso fue ubicado en el lugar santo, junto al "velo" que separaba ese lugar del santísimo (cap. 40: 21-27). Aunque estaba en el lugar santo, se consideraba que pertenecía al lugar santísimo (Heb. 9:3,4). Este concepto surgió del hecho de que cuando los sacerdotes en su ministerio se acercaban a la sagrada Presencia que estaba por encima del propiciatorio, llegaban hasta el altar del incienso (PP 366). Salvo en el día de la expiación, no podían acercarse más que hasta ese punto. Era éste el lugar a donde venían a encontrarse con Dios, cuya morada estaba en el lugar santísimo. El incienso que se ofrecía allí no sólo llenaba el lugar santo sino que se elevaba y pasaba por sobre el "velo" al lugar santísimo (ver com. cap. 26: 32). El hecho de que el altar estuviese "delante del propiciatorio" nos enseña que por medio de la oración podemos entrar en la presencia de Dios. Aunque el "velo" de la humanidad (1 Cor. 13: 12) impide que nuestros ojos físicos vean a Dios, la fe y la oración pueden llegar a donde el cuerpo no puede entrar. La composición del incienso se da en los vers. 34-38. Todas las mañanas, inmediatamente después de la salida del sol, las lámparas eran alistadas y limpiadas por el sacerdote (ver com. cap. 27: 20). El incienso debía ofrecerse en el altar dos veces al día, en la hora de la oración matutina y de la oración vespertina. El altar del incienso representaba la intercesión continua, así como el altar del holocausto representaba la expiación continua (PP 366). Sin embargo, no existe ninguna afirmación clara sobre si se quemaba continuamente incienso sobre este altar o no, aunque hay elementos que parecieran favorecer una respuesta positiva (PP 359). El incienso quemado en forma continua nos enseña que diariamente debemos venir ante el Señor en oración (Sal. 16:8; 55: 17; 1 Tes. 5: 17, 18; pp 367). Debemos orar "sin cesar" (1 Tes. 5: 17). No se podía usar incienso extraño, es decir, cualquier incienso que no había sido preparado según las indicaciones dadas en los vers. 34-38 del cap. 30 de Exodo. Sobre los cuernos del Altar se hacia expiación. Esto se refiere al gran día de la expiación, el 10º día del 7º mes, cuando el sumo sacerdote debía tomar la sangre y ponerla sobre los cuernos del altar del incienso para limpiarlo y santificarlo (Lev. 16: 18, 19). Este acto no lo transformaba en altar de expiación. Sin embargo, tenía que ver con la expiación en el caso de que el sumo sacerdote pecara (Lev. 4: 3-12), o cuando toda la congregación cometiese algún pecado por ignorancia o "hubiese hecho algo contra alguno de los mandamientos de Jehová" (Lev. 4: 13-21). En tales ocasiones el sumo sacerdote ponía con su dedo la sangre del sacrificio en los cuernos del altar. En estos dos casos el altar del incienso ocupaba el lugar del altar del holocausto, en el cual se rociaba la sangre de las ofrendas por pecados individuales (Lev. 4; 22-35). De todos los muebles del santuario, al parecer sólo el arca con su propiciatorio era considerada como de mayor importancia y mayor santidad que el altar del incienso. Esto muestra el gran valor que Dios le asigna a la oración.


El Velo del Templo Para separar el lugar santo del santísimo (Ex. 26:31-35) había un "velo" (heb. pârôketh o pârôketh ha-mâsâh; gr. katapétasma; la que separaba el atrio del lugar santo se denominaba simplemente mâsâk). Era de color azul, púrpura y escarlata (v 31), y con figuras de querubines que representaban a los ángeles que rodean el trono de Dios. Esta cortina del antiguo tabernáculo, y más tarde la del templo, ocultaban la presencia de Dios del sacerdote que ofrecía cada día del año la sangre de los sacrificios y el incienso sobre el altar de oro (Lv. 4:6). Esto era lo más cerca que alguien se podía aproximar a la divina Presencia, salvo en el Día de la Expiación (16:2, 12, 15, 16; cf 21:21-23). Debido a su proximidad con el arca del testimonio, a veces se le daba el nombre de "velo del testimonio" (24:3), o "el velo que está delante del testimonio" (Ex. 27:21). Cuando se la llevaba de un lugar a otro, se envolvía el arca con él (Nm. 4:5). En el momento que Cristo murió, el velo que correspondía a éste en el templo de Herodes se rasgó de arriba abajo (Mt. 27:51; etc.). Como en la LXX el velo que separaba los 2 compartimentos del antiguo santuario (katapétasma) también se aplicaba a la cortina que hacía de puerta del tabernáculo, entonces surgió la expresión "segundo velo" (He. 9:3) para referirse al del interior. En He. 10:20 se habla de la ascensión de nuestro Señor al cielo en semejanza humana como la consagración de un "camino nuevo y vivo... a través del velo, esto es, su carne", por medio del cual podemos acercamos a la Presencia divina "con corazón sincero, en plena certidumbre de fe" (vs 20, 22). La esperanza del cristiano, declara en otro lugar el apóstol, "penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor" (6:19, 20).

El Arca del Pacto

Era una caja adornada que servía de custodia de las tablas de piedra grabadas con los Diez Mandamientos. También se la llamaba "arca del pacto [testimonio]" (heb. 'arôn he-berît; Nm. 14:33; Ex. 40:21; etc.). Ubicada en el lugar santísimo del santuario del antiguo Israel (Ex. 26:34; 30:6), y más tarde en el templo (1 R. 8:6), tenía 2,5 codos de largo, 1,5 codo de ancho y 1,5 codo de alto (Ex. 25:10). Si tomamos el largo del codo egipcio tendría cerca de 1,30 m de largo por 76 cm de ancho y de alto. Estaba construida de madera de acacia y recubierto, por dentro y por fuera, con oro puro (Ex. 25:10-22). Las 2 anillas a cada lado de la parte inferior permitían que fuera trasladada con 2 palos llevados sobreEl Arca del Pacto

Era una caja adornada que servía de custodia de las tablas de piedra grabadas con los Diez Mandamientos. También se la llamaba "arca del pacto [testimonio]" (heb. 'arôn he-berît; Nm. 14:33; Ex. 40:21; etc.). Ubicada en el lugar santísimo del santuario del antiguo Israel (Ex. 26:34; 30:6), y más tarde en el templo (1 R. 8:6), tenía 2,5 codos de largo, 1,5 codo de ancho y 1,5 codo de alto (Ex. 25:10). Si tomamos el largo del codo egipcio tendría cerca de 1,30 m de largo por 76 cm de ancho y de alto. Estaba construida de madera de acacia y recubierto, por dentro y por fuera, con oro puro (Ex. 25:10-22). Las 2 anillas a cada lado de la parte inferior permitían que fuera trasladada con 2 palos llevados sobre los hombros por los levitas de Coat cuando Israel se mudaba de un lugar a otro (Nm. 3:29-31; 4:5-15; Jos. 3:3) y en ciertas ocasiones solemnes (Jos. 8:33; 1 R. 8:2, 3). Sobre la cubierta de oro macizo, llamada propiciatorio,* había 2 querubines de oro (uno en cada extremo) mirando hacia abajo, al lugar donde estaba el Señor cuando hablaba a su pueblo (Nm. 7:89; Ex. 25:22).

El arca era el objeto central de todos los muebles del santuario. A primera vista, contenía sólo las tablas de piedra con los Diez Mandamientos (Ex. 25:21; Dt. 10:3, 5); pero más tarde estuvieron "delante de Jehová", "delante del testimonio" o "al lado del arca" (Ex. 16:33, 34; Nm. 17:10; Dt. 31:24-26) la vara de Aarón que floreció, una vasija con maná y los "libros de la ley". Los primeros 2 elementos se habrían conservado en el arca (He. 9:4), pero aparentemente fueron sacados en un período posterior de la turbulenta historia de Israel, como lo indica el autor de Reyes (1 R. 8:9). Mientras Israel peregrinaba desde el Sinaí hacia la tierra prometida, el arca "fue delante de ellos" (Nm. 10:33). Sus portadores se detuvieron en medio de las aguas divididas del Jordán mientras el pueblo pasaba al otro lado (Jos. 4:9-11). Fue llevada durante 7 días alrededor de Jericó en una marcha que precedió a la caída de la ciudad (6:1-20). Después de la conquista de Canaán, permaneció en el tabernáculo en Silo (18:1), aparentemente hasta que fue capturada en tiempos de Elí. Con la esperanza de que la presencia del arca diera vuelta el resultado de la guerra contra los filisteos, los hijos de Elí, sin interesarse por las condiciones bajo las cuales Dios opera en relación con los hombres, la llevaron a la batalla, donde fue tomada por el enemigo (1 S. 4:1-11). Devuelta al territorio hebreo (5:1-6:15) residió sucesivamente en Bet-semes (6:15-21), Quiriat-jearim (7:1, 2) y en la casa de Obed-edom, en Perez-uza (2 S. 6:1-11; 1 Cr. 13:5-14). Finalmente, David la llevó a Jerusalén (2 S. 6:12-17; 1 Cr. 15:25-16:1), donde se la ubicó "en medio de una tienda que David le había levantado" (2 S. 6:17; 7:1, 2; 1Cr. 16:1, 4-6). Más tarde fue puesta en el lugar santísimo del templo de Salomón (1 R. 8:1-9), donde permaneció hasta que Nabucodonosor destruyó la ciudad. Las Escrituras guardan silencio con respecto a su suerte en ese tiempo o su historia posterior. El Propiciatorio Era la tapa o cubierta del arca del pacto, dentro del cual estaban depositadas las tablas de la ley (Ex. 25:17; Dt. 10:2). De este modo la ley y el evangelio -la justicia y la misericordia 954 divinas- estaban íntimamente asociadas en el antiguo servicio del santuario. Por supuesto, el propiciatorio era la tapa o cubierta literal del arca, pero el kappôreth implicaba mucho más, así como el uso frecuente de la forma verbal relacionada, kâfar ("cubrir"), significaba "hacer expiación" o "hacer reconciliación" en su significación más amplia (el apoyo para el significado de "cubierta" proviene de la Cueva 4 de Qumrán, gracias a la lectura, en una traducción aramea de Levítico, de kappôreth como ksy', "cubierta"). Por sobre el propiciatorio aparecía la gloria, llamada en el hebreo postbíblico la Shekînâh,* la señal visible de la presencia de Dios entre su pueblo (He. 8:5). El propiciatorio y las tablas de la ley dentro del arca representaban los principios fundamentales del trato de Dios con su pueblo: justicia atemperada con misericordia. Una vez al año, en el gran Día de la Expiación, el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo con la sangre del sacrificio, la cual asperjaba delante del propiciatorio con la esperanza de que Dios aceptara la sangre vicaria de la reconciliación como evidencia de la confesión de sus pecados y obtener para ellos la misericordia. El vocablo así traducido se deriva de una raíz que significa "cubrir", es decir, "perdonar" el pecado. Representaba la misericordia divina. En forma significativa, el propiciatorio estaba hecho de oro puro, lo que implicaba que la misericordia es el más precioso de los atributos divinos. Estaba ubicado por encima de la ley, así como la misericordia sobrepuja a la injusticia (Sal. 85: 10; 89: 14). Eran necesarios tanto el arca como su justicia como el propiciatorio con su misericordia para revelar plenamente la manera como Dios procede con los hombres. La misericordia sin la justicia es sentimentalismo débil, que subvierte todo orden moral. Por otra parte, la injusticia sin la misericordia es severidad moral, impecable en la teoría, pero repugnante a Dios y a los hombres.

El arca y el propiciatorio eran el corazón mismo del santuario. Por encima del propiciatorio reposaba la Shekinah, el símbolo de la presencia divina. Las tablas de la ley dentro del arca testificaban que el reino de Dios está fundado sobre las normas inmutables de la justicia (Sal. 97: 2), la cual debe ser respetada aun por la gracia divina. La gracia no puede concederse de manera que invalide la ley (Rom. 3: 31). Cuando se perdona el pecado, deben también satisfacerse las exigencias de la ley en contra del pecador. El propósito mismo del Evangelio es conseguir para el pecador el perdón de sus pecados por la fe en un medio que no "invalida" la ley, sino que la "establece". Si bien las tablas dentro del arca testificaban en contra del pueblo, el propiciatorio mostraba un camino por el cual podían satisfacerse las exigencias de la ley y el pecador podría ser salvo de la muerte, el castigo decretado por la ley. Basándose solamente en la ley, Dios y el hombre no pueden volver a unirse, puesto que el pecado nos separa de él (Isa. 59: 1, 2). Debe intervenir el propiciatorio rociado de sangre pues sólo podemos acercarnos a Dios gracias a la mediación de Cristo en nuestro favor (Heb. 7: 25). Los querubines estaban unidos al propiciatorio, uno en cada extremo (ver com. Gén. 3: 24). Un ala de cada querubín estaba extendida hacia lo alto, y la otra estaba doblada sobre su cuerpo (Eze. 1: 11), en señal de reverencia y humildad. La posición de los querubines, con el rostro vuelto hacia el centro y hacia abajo, representaba la reverencia que las huestes celestiales demuestran por la ley de Dios y su interés en el plan de redención.

los hombros por los levitas de Coat cuando Israel se mudaba de un lugar a otro (Nm. 3:29-31; 4:5-15; Jos. 3:3) y en ciertas ocasiones solemnes (Jos. 8:33; 1 R. 8:2, 3). Sobre la cubierta de oro macizo, llamada propiciatorio,* había 2 querubines de oro (uno en cada extremo) mirando hacia abajo, al lugar donde estaba el Señor cuando hablaba a su pueblo (Nm. 7:89; Ex. 25:22).

El arca era el objeto central de todos los muebles del santuario. A primera vista, contenía sólo las tablas de piedra con los Diez Mandamientos (Ex. 25:21; Dt. 10:3, 5); pero más tarde estuvieron "delante de Jehová", "delante del testimonio" o "al lado del arca" (Ex. 16:33, 34; Nm. 17:10; Dt. 31:24-26) la vara de Aarón que floreció, una vasija con maná y los "libros de la ley". Los primeros 2 elementos se habrían conservado en el arca (He. 9:4), pero aparentemente fueron sacados en un período posterior de la turbulenta historia de Israel, como lo indica el autor de Reyes (1 R. 8:9). Mientras Israel peregrinaba desde el Sinaí hacia la tierra prometida, el arca "fue delante de ellos" (Nm. 10:33). Sus portadores se detuvieron en medio de las aguas divididas del Jordán mientras el pueblo pasaba al otro lado (Jos. 4:9-11). Fue llevada durante 7 días alrededor de Jericó en una marcha que precedió a la caída de la ciudad (6:1-20). Después de la conquista de Canaán, permaneció en el tabernáculo en Silo (18:1), aparentemente hasta que fue capturada en tiempos de Elí. Con la esperanza de que la presencia del arca diera vuelta el resultado de la guerra contra los filisteos, los hijos de Elí, sin interesarse por las condiciones bajo las cuales Dios opera en relación con los hombres, la llevaron a la batalla, donde fue tomada por el enemigo (1 S. 4:1-11). Devuelta al territorio hebreo (5:1-6:15) residió sucesivamente en Bet-semes (6:15-21), Quiriat-jearim (7:1, 2) y en la casa de Obed-edom, en Perez-uza (2 S. 6:1-11; 1 Cr. 13:5-14). Finalmente, David la llevó a Jerusalén (2 S. 6:12-17; 1 Cr. 15:25-16:1), donde se la ubicó "en medio de una tienda que David le había levantado" (2 S. 6:17; 7:1, 2; 1Cr. 16:1, 4-6). Más tarde fue puesta en el lugar santísimo del templo de Salomón (1 R. 8:1-9), donde permaneció hasta que Nabucodonosor destruyó la ciudad. Las Escrituras guardan silencio con respecto a su suerte en ese tiempo o su historia posterior. El Propiciatorio Era la tapa o cubierta del arca del pacto, dentro del cual estaban depositadas las tablas de la ley (Ex. 25:17; Dt. 10:2). De este modo la ley y el evangelio -la justicia y la misericordia 954 divinas- estaban íntimamente asociadas en el antiguo servicio del santuario. Por supuesto, el propiciatorio era la tapa o cubierta literal del arca, pero el kappôreth implicaba mucho más, así como el uso frecuente de la forma verbal relacionada, kâfar ("cubrir"), significaba "hacer expiación" o "hacer reconciliación" en su significación más amplia (el apoyo para el significado de "cubierta" proviene de la Cueva 4 de Qumrán, gracias a la lectura, en una traducción aramea de Levítico, de kappôreth como ksy', "cubierta"). Por sobre el propiciatorio aparecía la gloria, llamada en el hebreo postbíblico la Shekînâh,* la señal visible de la presencia de Dios entre su pueblo (He. 8:5). El propiciatorio y las tablas de la ley dentro del arca representaban los principios fundamentales del trato de Dios con su pueblo: justicia atemperada con misericordia. Una vez al año, en el gran Día de la Expiación, el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo con la sangre del sacrificio, la cual asperjaba delante del propiciatorio con la esperanza de que Dios aceptara la sangre vicaria de la reconciliación como evidencia de la confesión de sus pecados y obtener para ellos la misericordia. El vocablo así traducido se deriva de una raíz que significa "cubrir", es decir, "perdonar" el pecado. Representaba la misericordia divina. En forma significativa, el propiciatorio estaba hecho de oro puro, lo que implicaba que la misericordia es el más precioso de los atributos divinos. Estaba ubicado por encima de la ley, así como la misericordia sobrepuja a la injusticia (Sal. 85: 10; 89: 14). Eran necesarios tanto el arca como su justicia como el propiciatorio con su misericordia para revelar plenamente la manera como Dios procede con los hombres. La misericordia sin la justicia es sentimentalismo débil, que subvierte todo orden moral. Por otra parte, la injusticia sin la misericordia es severidad moral, impecable en la teoría, pero repugnante a Dios y a los hombres.

El arca y el propiciatorio eran el corazón mismo del santuario. Por encima del propiciatorio reposaba la Shekinah, el símbolo de la presencia divina. Las tablas de la ley dentro del arca testificaban que el reino de Dios está fundado sobre las normas inmutables de la justicia (Sal. 97: 2), la cual debe ser respetada aun por la gracia divina. La gracia no puede concederse de manera que invalide la ley (Rom. 3: 31). Cuando se perdona el pecado, deben también satisfacerse las exigencias de la ley en contra del pecador. El propósito mismo del Evangelio es conseguir para el pecador el perdón de sus pecados por la fe en un medio que no "invalida" la ley, sino que la "establece". Si bien las tablas dentro del arca testificaban en contra del pueblo, el propiciatorio mostraba un camino por el cual podían satisfacerse las exigencias de la ley y el pecador podría ser salvo de la muerte, el castigo decretado por la ley. Basándose solamente en la ley, Dios y el hombre no pueden volver a unirse, puesto que el pecado nos separa de él (Isa. 59: 1, 2). Debe intervenir el propiciatorio rociado de sangre pues sólo podemos acercarnos a Dios gracias a la mediación de Cristo en nuestro favor (Heb. 7: 25). Los querubines estaban unidos al propiciatorio, uno en cada extremo (ver com. Gén. 3: 24). Un ala de cada querubín estaba extendida hacia lo alto, y la otra estaba doblada sobre su cuerpo (Eze. 1: 11), en señal de reverencia y humildad. La posición de los querubines, con el rostro vuelto hacia el centro y hacia abajo, representaba la reverencia que las huestes celestiales demuestran por la ley de Dios y su interés en el plan de redención.

Día de Expiación El 10º día del mes 7o (Etanim* o Tishri), el más solemne del año. En ese día todo miembro del pueblo de Israel no sólo debía abstenerse del trabajo, sino también afligir su alma (Lv. 23:27-32). Esto probablemente incluía el ayuno, ya que en tiempos del NT es evidente que se habla de este día como el del "ayuno" (Hch. 27:9). En él todos los pecados del año precedente eran finalmente eliminados en la ceremonia de la purificación del santuario (Lv. 16). Cuantos en ese día no afligían su alma eran cortados de Israel (23:29). El Día de la Expiación era para los judíos un día de juicio. Como lo describe su tradición posterior, todos eran juzgados el día de Año Nuevo, pero los que no eran notablemente buenos o desesperadamente malos tenían 9 días de gracia, hasta el Día de la Expiación, antes de que su suerte se sellara definitivamente (Talmud, Rosh Hashanah 16a).

Otro acontecimiento importante relacionado con el Día de la Expiación era el sonar de las trompetas para anunciar el 50o año del ciclo de años sabáticos, el año del jubileo (Lv. 25:9, 10). Presumiblemente, entonces, en ese momento también comenzaban los años sabáticos que corrían en la misma serie con el año del jubileo. Los cultos y las ceremonias del Día de la Expiación representaban la purificación del pecado y la reconciliación con Dios (16:16, 33, 34). Las ceremonias comenzaban con el baño del sumo sacerdote que sDía de Expiación

El 10º día del mes 7o (Etanim* o Tishri), el más solemne del año. En ese día todo miembro del pueblo de Israel no sólo debía abstenerse del trabajo, sino también afligir su alma (Lv. 23:27-32). Esto probablemente incluía el ayuno, ya que en tiempos del NT es evidente que se habla de este día como el del "ayuno" (Hch. 27:9). En él todos los pecados del año precedente eran finalmente eliminados en la ceremonia de la purificación del santuario (Lv. 16). Cuantos en ese día no afligían su alma eran cortados de Israel (23:29). El Día de la Expiación era para los judíos un día de juicio. Como lo describe su tradición posterior, todos eran juzgados el día de Año Nuevo, pero los que no eran notablemente buenos o desesperadamente malos tenían 9 días de gracia, hasta el Día de la Expiación, antes de que su suerte se sellara definitivamente (Talmud, Rosh Hashanah 16a).

Otro acontecimiento importante relacionado con el Día de la Expiación era el sonar de las trompetas para anunciar el 50o año del ciclo de años sabáticos, el año del jubileo (Lv. 25:9, 10). Presumiblemente, entonces, en ese momento también comenzaban los años sabáticos que corrían en la misma serie con el año del jubileo. Los cultos y las ceremonias del Día de la Expiación representaban la purificación del pecado y la reconciliación con Dios (16:16, 33, 34). Las ceremonias comenzaban con el baño del sumo sacerdote que se vestía ropas de lino fino (v 4) y ofrecía un becerro por sí mismo y por su casa como ofrecida por el pecado (v 6). Luego de esta preparación personal se sacrificaba un macho cabrío designado "por Jehová", previamente elegido por suertes de entre 2 obtenidos para las ceremonias (vs 5, 7, 8, 9). Después, en medio de nubes de incienso, que ascendían del altar que estaba delante del 2o velo (vs 12, 13), el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo y esparcía sangre (primero del becerro y luego del macho cabrío) sobre el propiciatorio (v 15) que cubría el arca (que en su interior tenía, entre otras cosas, las tablas del Decálogo; He. 9:4). De este modo, se limpiaba el lugar sagrado y se hacía expiación por los pecados del pueblo (Lv. 16:16). En forma semejante se purificaba el altar (vs. 18, 19). Más tarde, pero no hasta haber reconciliado el lugar santo, el altar y la congregación (v 20), las transgresiones se transferían ritualmente al macho cabrío designado "por Azazel"* (v 10), que luego era conducido al desierto (vs 20-22).

El sumo sacerdote simbolizaba a Jesús, el Sumo Sacerdote del santuario celestial (He. 8:1); el sacerdote terrenal realizaba su servicio "como figura y sombra de las cosas celestiales" (v 5). El autor de Hebreos explica que, con eso de que el sumo sacerdote entraba sólo una vez al año en el 2o departamento del santuario, el Espíritu Santo daba a entender "que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie" (He. 9:8)