File:Parroquia San Fernando (Cuauhtémoc) Centro,Ciudad de México. - 16518631776.jpg
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[edit]DescriptionParroquia San Fernando (Cuauhtémoc) Centro,Ciudad de México. - 16518631776.jpg |
Español: SAN FERNANDO EN MÉXICO.
ICONOGRAFÍA E IDEOLOGÍA DE CONQUISTA Rafael Cómez Ramos La imagen expresa los principios implícitos por los que una sociedad vive, mientras que, por otra parte, comunica la comprensión de supuestos que a nivel popular no requieren demostración. La portada de la iglesia de San Fernando en la ciudad de México se nos ofrece como un singular ejemplo del valor de la imagen en el proceso de aculturación del Nuevo Continente. El objeto de este estudio será, en primer lugar, presentar el grabado que sirvió de fuente de inspiración para el relieve de la portada de dicha iglesia y, en segundo lugar, analizar el papel culturizador de la imagen tras la metamorfosis artística del modelo. La iglesia de San Fernando del colegio de Propaganda Fide de los franciscanos en México fue trazada por el famoso arquitecto Jerónimo Balbás, el introductor del estípite en México, con anterioridad a 1738 (1). su fachada es muy movida y la planta en saliente adopta una forma "abiombada" en la que se refleja la influencia de la basílica de Guadalupe, al mismo tiempo que el alzado muestra una estructura de dos cuerpos que remata en un tímpano con óculo octogonal. Una típica "fachada retablo" mexicana en cuyas calles laterales del primer cuerpo aparecen Santo Domingo y San Francisco entre columnas de estrías onduladas, y en el segundo cuerpo, San José y San Antonio de Padua entre estípites con las efigies de los apóstoles San Bartolomé y Santiago, culminando en dos tondos con San Joaquín y Santa Ana que flanquean el óculo octogonal. Este despliegue iconográfico sirve de marco al tema central de la composición: el relieve que nos muestra al patrono de la iglesia, San Fernando, entre estípites con las efigies de San Pedro y San Pablo. San Fernando se nos presenta con corona, manto, globo terráqueo y espada, según la iconografía típica hispalense, usada desde Pacheco a Roldán y Murillo. Sobre una colina que asoma a un mar de llamas donde se cuecen tres moros encadenados, calvos, barbudos y de nariz aguileña, mientras otro con turbante se postra y hace una ofrenda, junto a otro barbudo con cetro en un plano inferior. En el fondo, acompañando al Santo Rey se ha representado a la Fortaleza abrazando una columna, en el lado izquierdo, y la Fe con la cruz y el cáliz, en el lado derecho. Sobre la figura de la primera aparece la Fama haciendo sonar la trompeta y dos ángeles con corona y palma sobrevuelan a Fernando III, flanqueados todos ellos por columnas corintias coronadas por globos o esferas. Pedro Rojas interpretó el tema iconográfico de este relieve como San Fernando, abogado de las ánimas del purgatorio (2). Obviamente, no conocemos ninguna representación del Santo Rey en el purgatorio ni menos como abogado de almas de musulmanes que purguen sus pecados entre las llamas. Un examen detenido de los fondos de la librería del colegio franciscano de San Fernando de México -hoy ubicados en la Biblioteca Nacional de México- nos ha permitido identificar el grabado que sirvió de inspiración para el relieve, lo cual nos lleva a la interpretación que de ese modelo hizo el artista, introduciéndonos, asimismo, en el frondoso bosque de la bibliografía fernandina (3). El grabado inicial que Philippe Bouttats el Joven realizó paria la obra del jesuita Daniel Van Papenbroeck, Acta vitae S. Ferdinandi, publicada en Amberes en 1684, fue el modelo a seguir por el artista escultor. Allí aparece en primer término la representación del río Guadalquivir, que encadena a los infieles -clara alusión a la conquista de Sevilla, que, después de largo asedio, se decidió finalmente a través del río-. Tras la figura del río, el cadí Axataf entrega las llaves de la ciudad al conquistador. Éste, en un plano superior, sobre un podio del que penden los escudos de la catedral y de la ciudad de Sevilla, aparece con coraza y manto real, espada y globo, mientras que un nimbo resplandeciente emana de su cabeza coronada. A ambos lados, sentadas sobre el podio, se encuentran, a la derecha, la Fe portando la cruz y el cáliz; a la izquierda, la Fortaleza, cubierta por piel de león y abrazada a una columna; la Fama, soplando una trompeta queda en tercer plano, que cierra una exedra cuya cornisa muestra en sus extremos sendos trofeos militares entre los que se destaca el escudo de la media luna. Como puede observase en el relieve de la portada de la iglesia de San Fernando, el artista encadenó entre sí a los tres moros del primer plano, dejó en el mismo ángulo al venerable Guadalquivir y transformó en turbante la corona del cadí Axataf. El podio se tornó en monte al que ascienden las llamas al tiempo que las mencionadas virtudes se separan algo del rey santo. Se destaca más la figura de la Fama y aparecen nuevos elementos: dos angelitos que revolotean con corona y palma en las manos, así como un par de columnas con capiteles corintios coronados por globos o esferas. Estos remates parecen haber sido imaginados en función de los trofeos que culminan los extremos de la cornisa en la exedra del modelo. Curiosamente, este grabado de la obra de Papenbroeck era el que Interián de Ayala no recomendaba en su tratado de iconografía como modelo a imitar por no considerar esta representación "verdadera efigie", pues no le agradaba especialmente "porque las piernas y muslos están pintados al modo de los Romanos, y a lo militar, lo mismo que si se representara a la vista la imagen de César, o la de Pompeyo" (4). Sin embargo, este aspecto heroico y militar como "miles christianus" fue el que se escogió para la portada de la iglesia del colegio de Propaganda Fide de los franciscanos en la ciudad de México. El aspecto heroico del personaje arranca de una idealizada visión de la conquista de Sevilla que tiene su origen en la poesía épica del siglo XVI. Aparte los fines estéticos y literarios el tema épico de la conquista de Sevilla tenía como fin principal la apología y difusión de las virtudes de Fernando III y el elogio y genealogía de la nobleza de sevillana (5). La excepcional producción literaria de tema fernandino se explica por la magna campaña de canonización que durante un siglo aproximadamente vivió España y en cuya literatura se establecía una "Sevilla restaurada" (6), marcando los cronistas una era feliz para la metrópoli de Andalucía que se iniciaba con su conquista por el rey San Fernando en 1248 y terminaba en 1671, año de su canonización por el papa Clemente X (7). La decadencia del imperio español en el siglo XVII y la pérdida de la hegemonía europea se hallaba necesitada de heroicas virtudes en sus monarcas que los panegiristas encontraron admirablemente en el Santo Rey, "caballero de Cristo", "ley viva de príncipes perfectos". Así, por ejemplo, fray Bartolomé García de Escañuela, en el prólogo a su Trono de glorias, se dirige a Carlos II y María Ana de Austria en estos términos: "En el mar de glorias de el Rey Don Fernando el Santo, Predecessor, y Abuelo de vuestras dos Reales Magestades se descubre la tierra de mi humilde estudio: en ella un Trono: en el Trono un Santo: todo igualmente pertenece indiuiso a vuestras dos Reales Magestades" (8). No obstante, Fernando III de Castilla y de León, modelo de acrisoladas virtudes, no sólo era el glorioso antecesor del último de los Austrias, sino también de algunos Grandes de España como don Gaspar Téllez Girón, Duque de Osuna, según constaba genealógicamente por ocho líneas reales, y otras cuatro veces descendiente por la Casa de la Cerda cuyas líneas eran fáciles de sacar en la Casa de los Duques de Medinaceli, como demostraba el cronista real Alonso Núñez de Castro (9). Este aspecto heroico y santo de la monarquía católica e hispana era el que interesaba resaltar en el gran retablo en piedra de la iglesia de San Fernando en México. También allí debían destacar plásticamente dos de las virtudes que habían sido cantadas por los literatos: la fe y la fortaleza. Fernando III el Santo había sido el introductor de los franciscanos en Castilla, su valedor en las nuevas tierras conquistadas a los musulmanes, él mismo era terciario franciscano y moriría con el hábito de San Francisco (10). El nuevo templo de la capital del virreinato de la Nueva España se levantaba en el colegio donde se formaban los misioneros que habían de evangelizar California, Sierra Gorda y el Norte de México, donde las belicosas tribus chichimecas se resistían aún a cualquier contacto con los europeos. San Fernando, valedor de los franciscanos en España, lo sería ahora espiritualmente en el Nuevo Mundo. Aquel atuendo a la romana, que detestaba Interián de Ayala, resultaba el idóneo para la imagen de "miles christianus", pues era la visión de una monarquía católica, fuerte y poderosa, brazo derecho de la Fe y enérgico sostén de la Iglesia Católica, lo que predicaba aquella fachada retablo. La monarquía española, defensora de la fe contra turcos y herejes, evangelizadora de todo un continente, seguiría siendo también descendiente de San Fernando bajo la dinastía de los Borbones, como manifestaba el jesuita Antonio de Solís en su obra dedicada a don Fernando, príncipe de Asturias (11). La imagen de los infieles entre llamas convenía a una sociedad en la que la amenaza de herejía era frecuente y en la que se dieron casos de falsas conversiones. Por otra parte, el mismo rey San Fernando solía conducir la leña para el suplicio de los herejes, según afirma el padre Flórez (12). Aún no se habían apagado las hogueras de la Inquisición y el poder didáctico de la imagen competía con la fuerza aleccionadora de las palabras. Si en el pasado Santiago había sido el paladín de los conquistadores que veían mezquitas en los teocalli, en el presente San Fernando sería el paladín de los misioneros en la última fase de la conquista espiritual de México. |
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Author | Catedrales e Iglesias/Cathedrals and Churches |
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Camera model | Canon EOS REBEL T3i |
Author | Enrique Lopez Tamayo Biosca |
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File change date and time | 13:53, 15 February 2015 |
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Date and time of digitizing | 13:53, 15 February 2015 |
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