File:Beato Isidoro de Loor CP, Congregación de la Pasión de Jesucristo.jpg

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BEATO PASIONISTA

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English: Isidoro de Loor, nació el 18 de abril de 1881 siendo un lunes de pascua a las 14 horas, en Vrasene, Bélgica, y bautizado al día siguiente. Sus padres Alois de Loor y Camila Hutsebaut, siendo ellos profundamente religiosos, con un gran amor a Dios. Isidoro, es el mayor de los hijos, luego, Frans y Estefanía.

Su padre era un campesino, de un gran corazón y muy trabajador. Camila, de padres que son propietarios de granjas y huertos que producen lo necesario para vivir. Sus padres eran estimados en el pueblo por su piedad y rectitud, su conducta era irreprochable, por tanto, educaron a sus hijos en ese mismo espíritu, en una verdadera educación cristiana.

ASPECTOS DE SU PERSONALIDAD

En su infancia, Isidoro es un niño ejemplar por su piedad religiosa, de buenas aptitudes, es intelectual, dócil y atento. En relación con los demás, se mostraba siempre correcto y simpático, atento y tranquilo, de buen comportamiento. No le gustaba discutir con nadie, prefería hacer las paces antes que pelearse. Podemos decir, que jamás molestó a nadie, ni siquiera con una palabra ruda. Era muy paciente, miraba las cosas y los acontecimientos con ojos diferentes.

Su hermano Frans nos cuenta: «De no haber sido tan bueno nos hubiéramos peleado con frecuencia. Pero sabía ceder. ¡Yo hubiera preferido pelearme!». «No creo que se enfadara con nadie, ni tampoco conmigo, siendo yo como era un chico difícil».

En su adolescencia, Isidoro es un muchacho fuerte, bien parecido y de buen diente a la hora de comer, es tranquilo, silencioso, y sosegado; pero siempre con una sonrisa en los labios. Una cualidad de su persona es que es muy decidido, algo que emprende no lo abandona jamás. Va a la catequesis dominical, al principio era alumno, luego se convierte en catequista. Otro aspecto de su persona, es el amor a sus padres, Isidoro los ve con gran veneración, a los cuales les brinda «respeto interior y exterior, obediencia y ayuda».

En la medida que pasa el tiempo, encontramos a Isidoro en el trabajo del campo amando a Dios desde lo que hace y es, vemos a un joven labrador, el cual; no se rehúsa para el trabajo duro. Isidoro es campesino hasta lo más profundo de sus huesos, ama la tierra, la agricultura son su pasión. Y nos dice el mismo: «Poco importa el trabajo que tengo que hacer, pero uno tiene sus preferencias y trabajar y plantar en el huerto me va a mi estupendamente».

Isidoro aprende de sus padres a rezar y orar todos los días, tanto, que llegará a ser para él muy importante y cantar con el salmo: «Señor, mi alma tiene sed de Ti, todo mi ser te añora como el suelo reseco añora el agua» . Tenía un gran espíritu de oración profunda, ora continuamente, tomaba muy enserio la oración, tomaba conciencia delante de Quién estaba, en un verdadero espíritu de recogimiento, no miraba a nadie cuando oraba, ni ningún ruido lo distraía en sus coloquios con Dios, vivía sumergido y entretenido en Dios. También, ofrece su trabajo a Dios, todas las obras que realiza en el día, las consagra al Señor, costumbre que dura hasta su muerte. Apropósito sobre el trabajo que hace Isidoro, siempre era el primero en el trabajo, trabajaba con muchas ganas y siempre lo que hacía, lo realizaba muy bien, porque estaba impregnado de Dios, el trabajo era para Dios, para su honra y su gloria.

Su abnegación así mismo y amor a la Cruz, nace de su gran amor a Jesús Crucificado, al contemplarlo en su Vía dolorosa, contempla a un Jesús generoso que se entrega todo, que se dona a los demás por amor. Isidoro es bueno y generoso para con los demás, incluso, a los pobres; les daba el dinero de su bolsillo, desprendido de todo.

SU VOCACIÓN RELIGIOSA

En febrero de 1907 se realizó la renovación de la misión parroquial en Saingilles Waas, a los cuales Isidoro asiste a todos los actos de la misión. «En el templo siempre se sentaba cerca del púlpito, nunca miraba alrededor, ni siquiera cuando alguien charlaba, escuchaba atentamente el sermón, ni por un instante apartaba la vista del predicador»

Cuando llegó el día de las confesiones, acudió al Padre Buckaert, misionero redentorista, que gozaba de gran reputación como predicador. Pide consejo acerca de su vocación. Y regresando a su casa comunicó a su madre que por esos días recibiría una carta del padre provincial de los pasionistas. El padre Buckaert había quedado en comunicarse personalmente con el provincial y la respuesta no tardaría en llegar. El hermano Isidoro ignoraba lo que el padre Buckaert había escrito sobre él y dice: «Muy reverendo padre provincial: acabo de tropezar con un joven excelente, que desearía entrar en su congregación como hermano. Irá a presentarse por Pascua o cualquier otro día a su conveniencia».

Como estaba previsto, Isidoro recibió una carta en que el provincial de los padres pasionistas le invitaba a presentarse en Courtrai para conocerle y establecer mutuo conocimiento. El provincial en persona le enseña a Isidoro el Retiro, el huerto, sometiéndolo a un serio interrogatorio como era en ese tiempo, sobre la vida de austeridad y penitencia, pero a Isidoro no le espanta nada, al regresar a casa por la noche nos dice su hermano Frans: «Parecía muy contento y de buen humor por haber sido admitido».

Durante esos días, tenía que darse prisa para pedir una carta de su párroco donde escribe lo siguiente: «He aquí un joven que siempre ha tomado parte entre nosotros en los ejercicios espirituales. Enseña como catequista en la catequesis dominical. Es un joven ejemplar en todos los aspectos. No dudo que llegará a ser un buen hermano en su comunidad».

El día de su partida nos cuenta su hermano: «Yo mismo lo llevé hasta la estación de Saint Nicolás a poco más o menos de hora y media de nuestra casa. A duras penas pudimos ambos, entre dos o tres paquetes de ropa, acomodarnos en la estrecha carreta tirada por un asnillo, propiedad de unos vecinos. Se lo habíamos pedido para hacer un viaje a Saint Nicolás, pero Isidoro no quiso de ninguna forma que reveláramos la finalidad del viaje. Me parece que teníamos que llegar al tren a las 8. Mi hermano había asistido a Misa del alba y había comulgado».

«Volvió a casa y tomó precipitadamente un bocado. Entre tanto mamá, llorosa, iba y venía no sabiendo qué hacer. En Cuanto a papá nadie le vio en el momento de la partida. La partida de su primogénito le emocionaba demasiado. Un último adiós y un apretón de manos a la madre y a la hermana, ¡y a caminar! Yo estaba pronto con el asno y la carreta. Colocados los paquetes en su sitio podíamos emprender en camino».

Antes de acomodarse en la carreta todavía le dijo mamá: «Mi pequeño Isidoro si no te va bien en el convento vuelve pronto a casa». Isidoro giró la cabeza, miró a mamá y le respondió: «Mamá, eso jamás». Conocía muy bien la madre que su hijo no volvería jamás. «Tenemos que apresurarnos -dijo Isidoro-; de lo contrario llegaremos tarde a la estación. Pero por más que me empeñé el asnillo rehusaba acelerar el paso, de forma que cuando llegamos a las proximidades del pueblo Isidoro me dijo: para, que voy a bajar. Yo mismo llevaré los paquetes y tomaré el atajo que acorta mucho el camino; de lo contrario llegaría demasiado tarde. No se le ocurrió pensar que podría haber tomado un tren ulterior».

Horas más tarde toca a la puerta del Convento de Ere, eran poco más o menos las 4 de la tarde del lunes 15 de abril de 1907, con 26 años de edad. Ahora espera en el reducido e incómodo recibidor de su nueva casa, todo es silencio, tanto silencio que se puede escuchar el palpitar del propio corazón, pronto percibe unos pasos que se aproximan y aparece un religioso que lo envuelve con su mirada y le saluda cordialmente, es el padre Sebastián de la Inmaculada Concepción, maestro de novicios.
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Author Alexis Yobani

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